La verdadera integración entre los países comienza con los reales procesos de desarrollo conjunto y sostenible en las fronteras comunes. Cuando esos procesos se consolidan se crea un “círculo virtuoso” que conduce inevitablemente al desarrollo conjunto, al fortalecimiento de la confianza ciudadana y a la sostenibilidad en el tiempo.
Colombia y Venezuela tienen la frontera común más extensa de Latinoamérica y, la de Táchira y Norte de Santander, se constituyó durante muchos años en la frontera viva más dinámica de la región. Desafortunadamente en la actualidad se encuentra cerrada para el paso legal de personas y mercancías.
Esta situación ha demostrado, cómo la falta de integración ha promovido un “círculo vicioso” que profundiza los comportamientos negativos en todo lo pertinente a los indicadores sociales, económicos e inclusive, políticos.
Cuando estas dificultades se presentan se profundizan las brechas entre las naciones y las regiones fronterizas. En los últimos años, se han ampliado las diferencias en los ingresos per-cápita, desempleo, subempleo, así como el aumento en la pobreza multidimensional.
Sin embargo, las dificultades que se han vivido se han constituido también en un importante aprendizaje sobre lo que debería ser la construcción de un mañana en el que prime la cooperación entre nuestras naciones y regiones.
En primer lugar, es importante entender cómo la integración no debería ser simplemente comercial. Lo único que hará sostenible y blindará cualquier retroceso en la integración es el fortalecimiento del desarrollo fronterizo con programas y proyectos conjuntos de complementación productiva (bienes y servicios), establecer objetivos y propósitos comunes en educación, salud, empleo y, en general, la contribución al crecimiento conjunto y al equilibrio en los beneficios que se deriven de la integración.
No tengo la menor duda que más temprano que tarde se dará la apertura de la frontera. El aprendizaje que hemos logrado a partir de la identificación de las duras e incomprensibles consecuencias de los cierres, nos debería enseñar a no cometer los mismos errores para emprender el nuevo camino de la integración fronteriza.
Por lo tanto, será necesario fortalecer la institucionalidad, los acuerdos en materia comercial y de inversiones, el libre flujo de personas y servicios, así como un marco jurídico estable para la solución de las diferencias que se presenten. De otra parte, se debe rescatar el constante trabajo y propuestas por parte de las organizaciones de la sociedad civil en lo humanitario, la seguridad, lo económico y la promoción del cumplimiento de los derechos humanos fundamentales.
El período oscuro que hemos vivido en el que se ha profundizado la divergencia debe dar paso a uno de convergencia en las relaciones entre los gobiernos centrales y las regiones de nuestros países.
El futuro de la integración es inevitable e ineludible y un aspecto fundamental es la solución de las diferencias en las fronteras, lo que únicamente podrá conducir a generar condiciones positivas en lo pertinente a la seguridad ciudadana, la disminución de las prácticas ilegales, la recuperación de la institucionalidad, el empleo, la formalidad y la recuperación económica y social binacional. Es verdad, Colombia y Venezuela: “Unidos para siempre”. Es la única realidad, la cual es independiente de las condiciones de la coyuntura.